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La inmigración y su impacto en la salud mental

Danira, una solicitante de asilo de 32 años, despertó en su habitación del albergue donde había pasado la noche en El Bronx. Miró a su alrededor y vio cómo el sol entraba por la ventana e iluminaba las paredes del cuarto en un color anaranjado. Eran las cinco y media de la mañana. A su lado izquierdo, sus dos hijas — de 9 y 3 años — dormían profundamente. Danira cuenta que se puso a llorar de solo recordar cuando la noche anterior sus hijas la vieron con lágrimas en los ojos. Ese llanto, Danira ya  lo había sufrido varias veces en las 3 semanas desde que llegó a la ciudad de Nueva York. 

La hondureña dice que pensó que al llegar a Nueva York se acabaría el sufrimiento, uno que inició en Honduras, donde fue víctima de violencia doméstica. Desde ahí, viajó a México y luego a Estados Unidos, donde terminó en Nueva York. Al llegar, la escasez de trabajos, falta de ayuda en los albergues, y el no hablar Inglés, la llevaron a sentirse sola, deprimirse y registrar 10 visitas al hospital. Pero Danira no es la única. En un periodo de 3 meses, Leidy Villalobos, una inmigrante de Colombia, y John Ortega, un venezolano de 26 años, se quitaron la vida mientras vivían en albergues de la ciudad. Una muestra de los efectos que tiene la inmigración en la salud mental, que pueden verse agravados por los desafíos que varios inmigrantes enfrentan en Estados Unidos mientras esperan que sus casos de inmigración sean aprobados.

Danira cuenta que en la Ciudad de México ella se sentía bien. Había construido una nueva y buena vida: tenía dos trabajos, amistades, y su propio apartamento que pagaba mensualmente. Sus hijas iban a la escuela y tenían amigas con quienes jugaban en los parques públicos del vecindario. Todo cambió el 24 de diciembre del 2021, justo antes de la navidad. Danira cuenta que con sus hijas fueron secuestradas por un grupo de hombres. Estuvieron en cautiverio un mes. 

“Me preguntaban por un contacto de un familiar para que paguen por mi rescate. Yo les decía que no tenía familia”, cuenta. Luego de casi un mes, y con sus hijas llorando todos los días, uno de sus captores finalmente les creyó y las dejó irse.  Ahí, Danira decidió emigrar a los Estados Unidos. 

Pasó por Houston y terminó en un albergue público en el Bronx, Nueva York. Al llegar, no salió de su cuarto. “Me puse a pensar en todo lo que dejé en México”, dijo Danira, quien recuerda aquella como la primera vez que se sintió deprimida y desilusionada. 

El 5 de Junio, Danira y sus hijas estaban desayunando cuando, de repente, le comenzó a doler su cabeza. Dice que tuvo pulsadas en su cabeza y un dolor agudo en la parte posterior de su nuca. Estuvo agitada, sin aire. Caminó en un círculo en la habitación del albergue para desestresarse, pero nada le ayudaba. Sintió como si las paredes se le acercaban. Poco a poco. 

Inmediatamente, Danira decidió salir del albergue con sus niñas y se puso a caminar la avenida de Grand Concourse — cerca del albergue — por más de una hora. Esa experiencia marcó su primer ataque de pánico. No sería el último. 

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Buscando ayuda

Los ataques de pánico son un síntoma de estrés y una indicación de que algo más profundo está pasando, dice Katherine Mackel, directora asociada del programa Care for the Homeless Program en The Institute for Family Health (IFH) en la ciudad de Nueva York. 

Katharine, quien también es una trabajadora social y trabaja con indocumentados, dice que los obstáculos que impiden el acceso al empleo y recursos esenciales pueden afectar más la salud mental de quienes ya enfrentan la inseguridad de la vivienda. 

Al igual que Danira, más de 30.000 migrantes han sido procesados en refugios de la ciudad de Nueva York desde la primavera del 2022. Muchos son solicitantes de asilo de Venezuela que no tienen conexiones familiares y dependen de la asistencia pública y organizaciones sin fines de lucro.

Una de las organizaciones que está ayudando a personas recién llegadas ha sido Mixteca. La organización registró un alza en las peticiones de ayuda y aunque ofrece varios servicios como clases de inglés, solicitudes de IDNYC, comida y citas consulares, la Directora Ejecutiva de la organización, Lorena Kourousias, dice que han agregado más sesiones de salud mental debido a la demanda. 

Durante estas sesiones, hombres y mujeres migrantes se reúnen tres veces por semana y comparten historias vividas en su país y durante su viaje. Lorena dice que muchos, como Danira, no saben qué hacer una vez que llegan a la ciudad de Nueva York porque su expectativa de que todo mejorará se evapora en frente de la incapacidad de encontrar trabajo legalmente, adaptarse al sistema de refugio, obtener representación legal para sus casos de inmigración o encontrar comida.

“No tienen un lugar para vivir, no tienen comida, no tienen ropa. Resuelven uno de los desafíos, y luego surge otro y luego otro”, indica Lorena.

En septiembre del 2022, el alcalde de la ciudad, Eric Adams, anunció la apertura de un Centro de navegación de recursos para solicitantes de asilo para conectar a los migrantes con guardería para niños, asistencia legal, inscripción escolar, asesoramiento sobre salud mental y otros recursos. 

También, después de ver el mayor aumento de clientes de habla hispana el año pasado, el Departamento de Servicios para Personas sin Hogar (DHS, por sus siglas en inglés) envió intérpretes adicionales a los albergues operados por la ciudad. Solo en la primera mitad del 2022 se registraron más llamadas que en las 33.780 realizadas en todo el 2021, aseguraron desde la repartición pública. 

Pero varios de los inmigrantes que han hablado con Documented han dicho que nunca han sido notificados de esos servicios, ni han usado los servicios de traducción. Algunos dijeron que tenían que esperar días para poder hablar con la única trabajadora social que hablaba español. 

Para Lina, de 36 años, llegar en abril a la ciudad de Nueva York se suponía que abriría un nuevo capítulo de oportunidades después de huir de la extorsión en su  Colombia natal con sus hijos de 7 y 13 años. Como Danira y varios solicitantes de asilo, la incapacidad de encontrar trabajo, junto con la falta de ayuda del personal del albergue —el mismo donde Leidy se quitó la vida— la convencieron de emigrar una vez más, esta vez a Montreal, Canadá.

Lina denuncia  que los trabajadores del albergue no tenían idea de los programas disponibles para los solicitantes de asilo. La falta de asistencia la presionó para encontrar ayuda por su propia cuenta e irse del país. 

Desde que llegó a Montreal a principios de Octubre del 2022, 6 meses después de llegar a Nueva York, Lina dice que ha visto un cambio drástico en el estrés que ella tenía en el albergue. Ahora, ella y sus hijos tienen un apartamento subsidiado por el gobierno, asistencia de dinero y ayuda legal para su caso migratorio. “El sistema es más organizado acá”, asegura. 

Actualmente, Lina está aprendiendo a hablar francés para ingresar a la universidad. 

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Los traumas que los hicieron huir de sus países de origen, sumado a las dificultades que encuentran al llegar a Nueva York, tienen a los inmigrantes que habitan los refugios de la ciudad de Nueva York con serios problemas de salud mental. Aquí, cuentan sus historias y las consecuencias que han tenido por buscar una mejor vida.
Danira and her daughters, ages 3 and 9, walking to their shelter after school on a rainy day. Photo by Rommel H. Ojeda

Soledad

Solo 3 días después de que Danira visitará el hospital por un ataque de pánico por primera vez, empezó a sentir un dolor en su pecho. Se le hizo difícil respirar. Salió del albergue y caminó la ruta al Hospital Lincoln en el Bronx, que se encuentra a 10 minutos de su albergue a pie. Fue diagnosticada con depresión y ansiedad adulta. 

Recién, 5 meses después de llegar a Nueva York, Danira vio a un psicólogo por primera vez. Cuenta que le fue bien en la sesión, ya no estaba tomando medicamentos y había ido mejorando progresivamente. 

Sin embargo, a fines de octubre, fueron reubicadas en un refugio familiar en Sheepsheads Bay, Brooklyn. Esto la desestabilizó de nuevo: “Me estaba acostumbrando a moverme por el Bronx, y luego, de repente, dicen que tienes que mudarte”.

Danira dice que la mayor parte de sus días en el nuevo refugio los pasa dentro de su habitación sin nada que hacer, caminando por los muelles cercanos donde observa las gaviotas y los barcos que cruzan Sheepshead Bay, o buscando empleo mientras sus hijas están en la escuela. Trabajó durante una semana limpiando casas para alguien que conoció por medio de una amiga, pero dice que nunca le pagaron. “Sería más seguro esperar el permiso de trabajo antes de buscar empleo”, concluyó.

Sin dinero hasta el punto de pasar días sin comida, un extraño la ayudó a pagar el envío de su solicitud de asilo, la que fue llenada con ayuda de una organización sin fines de lucro.  

Los trabajadores del refugio no le informaron cómo obtener recursos, dice, recordando un incidente a principios de diciembre en el que no le avisaron que el refugio entregaría ropa de invierno gratis. “A veces pienso en regresar a mi país, pero la terapeuta me recuerda que aquí habrá más oportunidades para mis hijas”, dice Danira, quien cuenta que su terapeuta la ha estado ayudando a explorar la raíz de su ansiedad.

Si tú o alguien necesita servicios de ayuda para la salud mental, puedes llamar al 888-NYC-WELL (888-692-9355) para recibir asistencia confidencial y gratis. También puedes enviar el mensaje “WELL” al número 65173, o conversar online en este enlace.  


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