Una semana después de cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos, Lisbeth, de 20 años, se paró en la esquina de una calle en Williamsburg. Ella, junto a decenas de otros inmigrantes buscaban trabajo como jornaleros limpiando casas, sinagogas o centros comunitarios.
Lisbeth necesitaba encontrar un trabajo inmediatamente. Su familia había pedido 16.000 dólares a un prestador local para pagar a un coyote que le llevara y ayudara a cruzar la frontera, donde cruzó el desierto sin tomar agua por un día entero. Finalmente llegó donde su prima que vive en la ciudad de Nueva York. Aquí, a Lisbeth le tomará años de trabajo pagar la deuda con el salario mínimo de la ciudad de 15 dólares por hora.
De todas formas, ella dice que el viaje y la deuda valió la pena.
“Aquí puedo llevar mi teléfono en la mano”, dice ella, presumiendo su teléfono inteligente cuyo número aún no se había memorizado. “En Ecuador te lo roban en la calle”.
La cantidad de migrantes ecuatorianos que cruzan la frontera entre Estados Unidos y México ha aumentado exponencialmente durante los últimos 6 meses, según las estadísticas de la patrulla fronteriza. Muchos llegan a la ciudad de Nueva York, donde buscan trabajo como jornaleros y se ponen, junto a otros jornaleros locales, en un riesgo de explotación laboral.
Los ecuatorianos ahora representan la cuarta nacionalidad más grande que encuentran los agentes de la patrulla fronteriza. Según el gobierno ecuatoriano, más de 88,000 ecuatorianos partieron hacia México en el primer semestre de 2021 y un 63% no regresaron. En comparación, 50,322 ecuatorianos se fueron a México en el primer semestre de 2019, antes del incremento de inmigración, de los cuales solo un 15% no volvió.
“Es un éxodo de ecuatorianos que no he visto en la historia de esta comunidad migrante”, dijo Walther Sinche, director ejecutivo de Alianza Ecuatoriana Internacional, una organización sin fines de lucro que ha servido a los ecuatorianos en la Ciudad desde 2008.
Sinche atribuye el aumento a la corrupción política y la inseguridad económica. Pero el nivel de inmigración se ha estado gestando desde que México comenzó a permitir a ecuatorianos al país sin visa por primera vez en el 2018. Cuando las restricciones de viaje relacionadas con la pandemia disminuyeron este año, la demanda, y el mercado clandestino para el paso de México a Estados Unidos aumentó. Como respuesta, México anunció el mes pasado que los ecuatorianos volverían a requerir una visa para entrar al país.
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El viaje no es solo peligroso, sino también caro. La mayoría de los coyotes cobran a los migrantes entre 15.000 y 20.000 dólares. El salario mensual promedio en Ecuador era de solo 320 dólares en abril de 2021, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos del país, lo que obliga a muchos a obtener cuantiosos préstamos para financiar su viaje. A menudo deben pagar trabajando en Nueva York.
Después de cruzar la frontera, muchos se dirigen directamente a Nueva York, cuya área metropolitana alberga la mayor concentración de ecuatorianos en el país. Según el Pew Research Center, el 58% de los ecuatorianos en los EE. UU., o casi 400,000 personas, viven en Nueva York o Nueva Jersey.
Los recién llegados, como Lisbeth, no pierden tiempo en buscar un trabajo que les permita pagar sus deudas, y apoyar a sus familias. Las esquinas de la ciudad, o paradas, son a menudo los primeros destinos para los trabajadores inmigrantes que buscan empleo informal en industrias que dependen de una fuerza laboral temporal y rápida.
Una de las pocas opciones para jornaleras es la parada en Williamsburg, generalmente con miembros de la cercana comunidad Satmar Hasidic, que depende de las mujeres para limpiar hogares y espacios comunitarios. Según los organizadores y los jornaleros que han recorrido el lugar por mucho tiempo, el número de trabajadores que frecuentan la parada se ha duplicado en los últimos meses. En gran parte por un aumento de nuevos trabajadores Ecuatorianos.
A Mary, de 42 años, quien solía ser dueña de una carnicería en Ecuador, se le hizo difícil pagar el alquiler debido al lento deterioro económico del país. Dejó atrás a su hijo adolescente para viajar a los Estados Unidos en el 2019. Desde que llegó, ha trabajado en la parada como jornalera para sobrevivir.
“Me gustaría trabajar en otro lugar, pero todos piden papeles”, dijo Mary, comentando las oportunidades limitadas disponibles para trabajadores indocumentados.
“Queremos ser tratados con igualdad”, agregó, refiriéndo se a sus empleadores directos y a todos los que se benefician del trabajo de jornaleros indocumentados como ella. “Tanto en la fuerza laboral como en la ciudad”.
Los empleadores que recurren a la parada en Williamsburg no preguntan sobre el estado migratorio, lo cual, al cambio, no permite a las trabajadoras preguntar sobre condiciones laborales. Cualquier negociación es rápida, si es que hay alguna. La mayoría limpian por varias horas y se les paga en efectivo.
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El proceso de negociación es inaccesible para muchos trabajadores, y las malas condiciones son dominantes en el lugar, según Maria Valdéz, directora de organización del Workers Justice Project (WJP). Los empleadores se aprovechan de los nuevos trabajadores, que a veces no saben que el empleo informal está sujeto a las leyes laborales de la ciudad de Nueva York.
“Las caras nuevas son las primeras a las que se acercan”, dijo Valdéz.
Los organizadores de WJP visitan el sitio tres veces por semana para repartir folletos con información escrita en inglés, español y yiddish sobre negociaciones justas. Sin embargo, algunos trabajadores nuevos se han mostrado reticentes a hablar con los organizadores porque temen que ellos pertenezcan al gobierno.
Eso hace que sea difícil las negociaciones en nombre de los trabajadores, y complica la realización de denuncias de irregularidades al Departamento de Trabajo. Un informe de 2016 encontró que más del 40% de jornaleros habían sufrido robo de salario, en el que los empleadores no pagaron a los trabajadores por su oficio.
Hace seis años, Alberta, de 53 años, que es de México, estaba trabajando para una clienta en Williamsburg. Cuando terminó de limpiar, la mujer se negó a pagarle. Alberta amenazó con llamar a la policía y la mujer finalmente cedió. Ella dice que se preocupa de las nuevas trabajadoras en la parada, ya que es menos probable que se opongan cuando los empleadores se niegan a pagar.
“Se aprovechan de los que no conocen”, dijo.
Los resultados pueden ser desastrosos, incluso para otros jornaleros que luego tienen menos influencia en sus negociaciones, según Patricia, una mexicana de 50 años, que ha trabajado allí por mucho tiempo. Ella dice que muchos empleadores ahora prefieren a los nuevos trabajadores, quienes probablemente no negociarán.
“Hacen lo que les da la gana”, comentó sobre los empleadores. “Si no quieres hacerlo, hay otras mujeres lo harán”.