Cuando José Zambrano y Jennifer Rodríguez se besaron frente al arco en Carl Schurz Park, en Manhattan, su hijo de 7 años, Lian, los miraba con la boca abierta, sus mejillas sonrojadas con una mezcla de celos y felicidad.
Los aplausos de la oficiante y cinco testigos de la organización sin fines de lucro The Little Shop of Kindness ayudaron a concluir el matrimonio de los recién casados, quienes emigraron más de 2,950 millas desde su ciudad natal de Manabí, en Ecuador. La celebración de esa soleada tarde del 22 de mayo estuvo llena de alegría, comunidad y una sensación de calma que contrastaba con los obstáculos que la pareja había enfrentado al embarcarse en su viaje para buscar asilo en Estados Unidos hace cuatro meses.
Zambrano y Rodríguez son parte de los miles de solicitantes de asilo que han llegado a la ciudad de Nueva York en los últimos dos años, muchos sin amigos o familiares a quienes recurrir. Pero The Little Shop of Kindness, fundada hace dos años para ayudar a los migrantes a encontrar recursos básicos y esenciales, da la bienvenida a los nuevos migrantes de la ciudad con toques conmovedores, incluidas ceremonias de bodas personalizadas.
Cuando Zambrano, Rodríguez y su hijo de siete años, Lian, se dirigieron desde el Watson Hotel en el Upper West Side hasta The Little Shop of Kindness esa tarde, pensaban que solo firmaría algunos documentos, similar a como se hacen tradicionalmente los matrimonios en la secretaría municipal.
Pero al llegar al edificio de la organización, notaron una sonrisa en el rostro del guardia de seguridad en la entrada. Zambrano dijo que la sonrisa del guardia insinuaba que algo bueno estaba por suceder. Sin embargo, no se sorprendieron, porque justo una semana antes, cuando habían visitado la tienda para pedir un vestido para Rodríguez, los voluntarios de la organización de repente les ofrecieron una ceremonia de boda y un anillo de diamantes plateado en forma ovalada con una banda delgada.
“Mi corazón empezó a latir rápido y me di cuenta de lo que estaba pasando cuando vi a la gente en la tienda”, dijo Zambrano a Documented.
La familia dejó Ecuador en enero de este año, huyendo de la extorsión y las amenazas en el lugar donde trabajaba. “Mi hijo fue un guerrero. Caminó por la selva y no necesitó ayuda hasta el final”, dijo Zambrano, recordando que se sintió triste cuando Lian le preguntó cuándo terminaría el viaje mientras cruzaban el Darién.
Cuando llegaron a México, la familia no tenía dinero y durmió en las calles varias noches. Zambrano trabajó en México durante un mes en una empresa manufacturera china para ahorrar para los costos de viaje hasta llegar a la frontera sur de Estados Unidos, donde se presentaron en marzo.
“Sufrimos mucho”, dijo. “A pesar de que no fuimos víctimas de secuestros ni nada por el estilo”.
Momentos memorables
En Nueva York, un amigo de la familia se suponía que los acogería, pero canceló en el último momento. El amigo no contestaba el teléfono, así que la familia Zambrano buscó refugio en el Roosevelt Hotel, antes de ser enviados al Watson, donde ahora residen.
Lian asiste a la escuela y le encanta jugar al fútbol. Tanto Zambrano como Rodríguez han estado buscando trabajo mientras inician sus solicitudes de asilo y esperan sus permisos de trabajo. “Es difícil trabajar sin los permisos de trabajo”, dijo Zambrano, añadiendo que ha encontrado trabajos inestables como jornalero.
Dijo que es el sufrimiento que ha encontrado en el viaje, junto con la ayuda que recibió de gente extraña, lo que hace que momentos inesperados como la ceremonia de boda sean más especiales. La pareja ya había planeado casarse, y Rodríguez fue a The Little Shop of Kindness a buscar un vestido para la boda. Pero cuando llegaron allí, la tienda les dijo que también podían oficiar su boda.
“Los estamos ayudando de muchas maneras, no solo con alimentos y con ropa, sino también dándoles dignidad, respeto y amabilidad. Un lugar para sentirse en hogar”, dijo Ilze Thielmann, la fundadora de The Little Shop of Kindness.
La tienda, que recolecta y organiza ropa donada, funciona como una boutique donde las familias migrantes hacen citas para “comprar” gratis guiados por un voluntario de la organización. Organizar ceremonias de bodas se materializó por casualidad, dijo Thielmann.
Val Coleman, voluntaria de The Little Shop of Kindness y oficiante registrada en la ciudad de Nueva York, escuchó a una pareja en la tienda decir que buscaban ropa para su boda. Coleman le preguntó a la novia dónde se casarían y ella respondió que se casarían en la secretaría de la ciudad. “Les dije que yo era una oficiante con licencia y que estaría dispuesta a hacer [la boda] gratis”.
Coleman ha estado oficiando bodas desde 2008 y le gustó la idea de casar a las personas en la tienda de la organización . Sin embargo, debido a que están ubicados dentro de una iglesia, no se permite que alguien que no sea ministro de la iglesia celebre bodas en el edificio. “Entonces lo que hacemos es ir a Carl Schurz Park y hacer la boda allí y luego tenemos una pequeña recepción para ellos en The Little Shop of Kindness”, dijo.
Cuando Coleman les dijo a las parejas que podía casarlos, estaban encantadas porque no solo ahorrarían los $25 de casarse en la secretaría municipal, sino que también tendrían una boda personalizada. El proceso de redactar la ceremonia puede llevar más de 15 minutos porque trabaja con un traductor para recopilar la información y revisar toda la documentación necesaria. Desde el 25 de marzo de este año, ha oficiado tres bodas, con otra boda programada en las próximas semanas.
“Siempre pregunto qué aman el uno del otro y pido que escriban sus propios votos”, dijo. Para la segunda boda que ofició, la novia escribió cuánto amaba a su esposo a pesar de que sus ronquidos hacían que la noche pareciera interminable. “Su hija se reía histéricamente”, dijo Coleman.
Después de la ceremonia en el parque, sin que las parejas lo supieran, Thielmann también prepara una ceremonia en la tienda donde decora el espacio con arreglos florales, luces y compra un pastel y bebidas.
En la tarde del 22 de mayo, cuando los recién casados Zambrano y Rodríguez regresaron a la tienda, se sorprendieron nuevamente al ver la ceremonia que les esperaba.
Zambrano dijo que se sentía muy agradecido mientras sostenía una copa de vino blanco. “Dios siempre pone grandes personas frente a nosotros”, repitió Zambrano, mientras su hijo se unía a él con su vaso de jugo de manzana. “Sufrimos mucho en el viaje”, dijo. “Vinimos sin dinero, nunca hubiéramos imaginado que esto sucedería”.
En medio de toda la alegría de esa tarde, la pareja extrañaba la compañía de su hija de 14 años, quien finalmente decidió quedarse en Ecuador, con su abuela, para terminar sus estudios. La hija les envió un mensaje a sus padres durante su boda, pidiendo ver fotos.
“A pesar de que es fuerte y me muestra una sonrisa”, dijo Zambrano, “sé que no es lo mismo que sus padres estén lejos de ella”.