Para Jesús Alberto, seguir las elecciones presidenciales de este año fueron un evento con potencial transformador de su vida. Este padre soltero venezolano de 31 años y solicitante de asilo, que trabajaba como soldador en su país, atravesó junto a su hijo de 5 años Colombia, Ecuador, Chile y Perú para llegar a Nueva York en julio de este año. Lo hizo, según dice, “buscando un futuro”. Pero teme que con el gobierno de Trump, tendrá que irse de nuevo, así como miles de otros migrantes venezolanos. “Uno viaja por tantos países — para que lo saquen así, sin darle la oportunidad de demostrar si uno es bueno o está aquí para contribuir. Eso genera miedo”, dijo en español.
Alberto no está solo en esta preocupación. Documented habló con más de una docena de migrantes venezolanos que sienten lo mismo. Gustavo y Leiri, un matrimonio que no quiso compartir sus apellidos por miedo a la deportación, llegaron a Nueva York desde Venezuela con sus dos hijos hace siete meses. Dijeron que ya escucharon que “nos van a deportar inmediatamente” bajo un gobierno de Donald Trump.
La inmigración fue uno de los temas más repetidos durante la carrera presidencial y durante su campaña, Donald J. Trump amenazó con realizar deportaciones masivas si llega al gobierno. Sus ataques al historial de la administración Biden sobre la seguridad fronteriza también empujaron a Kamala Harris y su partido a adoptar una línea más dura sobre inmigración.
Este enfoque en la inmigración ha puesto el foco nacional en personas como Alberto, Gustavo y Leiri, quienes están entre los más de 210.000 migrantes que llegaron a Nueva York desde 2022 y cuya llegada ha sido objeto de acalorados debates dentro de ambos partidos. Muchos de estos migrantes todavía están esperando sus permisos de trabajo, que les permitirían establecerse en su nuevo hogar. Se ven obligados a sentarse y observar – a menudo durante meses – mientras tanto Demócratas como Republicanos politizan su estatus en el país y los convierten en tema de debate, mientras ellos no tienen voz en el asunto.
En medio del tumultuoso ciclo electoral, también se difundió desinformación sobre que los solicitantes de asilo serán deportados a partir desde este mismo 6 de noviembre.
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Estos rumores, principalmente difundidos en redes sociales, advierten que los planes de Trump se implementarían justo después de las elecciones, lo cual es legalmente imposible.
Y mientras ambos candidatos prometían ser más duros con la inmigración, expertos planteaban dudas sobre cómo los candidatos podrían ejecutar sus planes. “Cuando se le pregunta cómo planea llevar a cabo deportaciones a gran escala — que requerirían vastos recursos nuevos y la cooperación de muchos otros países para aceptar el regreso de sus ciudadanos — Trump ha eludido la pregunta”, dijo Diego Chaves del Instituto de Política Migratoria a Documented.
Según un informe reciente del Consejo Americano de Inmigración, “el costo de una operación única de deportación masiva de un estimado total de 13 millones de inmigrantes sin estatus legal es de al menos $315 mil millones”, considerando costos de “arresto, detención, proceso legal y expulsión”, además del impacto en la economía estadounidense debido a la pérdida de mano de obra. Hacerlo durante un período más factible de 10 años, “deportar 1 millón de inmigrantes por año, incurriría en un costo anual de $88 mil millones”.
Chaves cree que es difícil imaginar un consenso bipartidista en el Congreso para aprobar reformas sustanciales de inmigración, lo que hace que algunas de las promesas de Trump parezcan difíciles de implementar a corto plazo. “La dependencia cada vez mayor de la acción ejecutiva frente a la paralización arraigada del Congreso en este tema inevitablemente generará nuevos desafíos legales, como ha sido el patrón durante las últimas presidencias”, dijo. “El próximo presidente probablemente heredará un Congreso estrechamente dividido, preparando el escenario para la continua inacción legislativa en materia de inmigración”.
Para muchos migrantes venezolanos que hablaron con Documented, esta mayor atención durante el ciclo electoral de 2024 puso a su comunidad bajo un intenso escrutinio y trajo hostilidad. Durante el debate presidencial nacional en octubre, Trump señaló a Aurora, Colorado, como una ciudad que fue “violentamente” invadida por pandillas venezolanas, lo que el alcalde de la ciudad calificó como “enormemente exagerado”.
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“Siempre se enfocan en las cosas negativas relacionadas con nuestra nacionalidad”, dijo Gustavo. Las tensiones son altas en el refugio donde vive entre los migrantes y los guardias de seguridad, explicó Gustavo, y han empeorado mientras la campaña de Trump se ha enfocado en algunos delitos cometidos por venezolanos y otros migrantes en los últimos meses.
“Nos tratan mal, con rudeza… siempre en inglés, nos ofenden”, dijo, mientras estaba parado afuera del refugio en el centro de Manhattan donde él y su familia se están quedando. La docena de migrantes con los que habló Documented dijeron que esperan obtener un permiso de trabajo pronto, para poder ingresar al mercado laboral y proporcionar un mejor futuro para ellos y sus familias. Todos dijeron que sus vidas estarían en riesgo si fueran expulsados del país, ya sea por razones económicas o políticas.
Gustavo dijo que una victoria de Harris le iba a dar a él y a su familia un mejor futuro. Desde que llegó a Nueva York, ha visto a sus hijos empezar a prosperar. Un jueves reciente, afuera del refugio de la ciudad donde habló con Documented, Gustavo estaba esperando a que sus dos hijos, de 6 y 12 años, bajaran del autobús escolar que los traía por la tarde. Sus hijos sostenían dibujos que hicieron durante las celebraciones de Halloween y se los mostraban orgullosamente a sus padres.
Gustavo y su esposa esperan que su solicitud de asilo sea aprobada pronto para poder encontrar trabajo y elegir dónde vivir en la ciudad. “No venimos aquí por deporte o turismo—estamos huyendo de una crisis”.